Amor al Aire Libre: Un Día de Pasión en el Parque

Aquel día en el Parque de los Susurros, las flores eran audazmente vivas y los árboles murmuraban confidencias con cada brisa que los acariciaba. Clara, escondiendo secretos en su mirada profunda y misteriosa, se encontraba en un banco apartado, un libro en su regazo que no conseguía captar su completa atención.

 

Su vestido primaveral ondeaba ligeramente con el viento, revelando, solo por un instante, la esencia de una lencería de encaje rojo, sutilmente reveladora y exquisitamente íntima. El encaje, un símbolo de delicadeza y fuerza entrelazada, era el secreto que ella abrazaba, una promesa de pasiones encubiertas.

 

Paseando, el melancólico Mateo, cuyos ojos reflejaban un mar de amores desvanecidos y sueños no cumplidos, no pudo evitar quedar cautivo de esa mujer que parecía envuelta en un halo de misterios seductores. Sus miradas se cruzaron, creando una chispa eléctrica que atravesó el espacio entre ellos, conectándolos de una manera inesperadamente intensa.

El aroma sutil y dulce del perfume de Clara se mezcló con la esencia fresca y floral del parque, creando un elixir embriagador que nubló los pensamientos de Mateo. Se acercó, suavemente, permitiendo que el destino tejiera su red alrededor de ellos.

«Clara», murmuró ella, su voz apenas perceptible entre los susurros de la naturaleza.

«Mateo», respondió él, dejando que su nombre flotara hacia ella como una caricia invisible.

Los labios de Clara eran una promesa de pecados por venir, y cuando los suyos se encontraron, la realidad se desvaneció, sumergiéndolos en un océano de deseo y pasión. Mateo, con manos temblorosas pero decididas, exploró la silueta de Clara, descubriendo el encaje que se ocultaba debajo, una textura que prometía y provocaban a partes iguales.

Las manos de Clara, audaces y exploradoras, se perdieron en el cabello de Mateo, mientras él, ahogado en deseo, permitía que sus dedos trazaran los patrones del encaje, jugando en los límites de la decencia y la lascivia.

En ese banco, ocultos entre sombras y susurros, exploraron las profundidades de sus deseos y las alturas de su pasión. Las prendas de encaje de Clara se convirtieron en cómplices de aquel encuentro, enmarcando cada suspiro y cada caricia en una tela tejida de secretos y anhelos.

Clara le puso sus delicadas manos en el pecho de Mateo, acariciando sus músculos y fue bajando hasta que se encontró con la zona de su pene, le abrió lentamente la bragueta del pantalón, sin dejar de besarlo mientras invadía la boca de Mateo con su juguetona lengua y él se entregaba completamente a esa belleza de mujer.

Terminaron de besarse, ella lo miro de forma incitadora, mientras acariciaba su zona sintiendo su miembro viril, le admiro ese delicioso pene y se puso de rodillas.

Clara agarro el pene que ya estaba muy duro, lo recorrió con sus manos dando una sensual masturbación, recorrio con su lengua en forma circular en la zona de la cabeza y después se lo metió entero en su boca, movía su cabeza y boca de una manera muy experta y deliciosa. Ella miraba a Mateo mientras lo hacía y eso a él le encantó. Mateo acaricio la cabeza de Clara y la hundió más profundo en su pene. Clara termino, ambos tenían una sonrisa de satisfacción.

Mateo tenía una sonrisa de satisfacción por esta exquisita felación, era su turno, se quedó viendo esa exquisita mujer, ese encaje, ese liguero que decoraba sensualmente los mismos de Clara, lo excitaba aun mas, deslizó suavemente sus manos grandes entre sus piernas retirando su hilo de encaje, el la levantó suavemente para que se sentase en el espaldar del banco, abrió sus piernas, observó su vagina, era hermosa como ella, la tenía blanca, los labios vaginales eran rosados y la adornaba un poco de pelo rubio.

Mateo comenzó a lamerla con su lengua y saliva en la línea del clítoris, luego penetró por completo su lengua, y succionaba su clítoris y labios, ella no tardó mucho en estremecerse de placer. Clara gemía y sentía mucho placer, no pudo mas y explotó de placer con una gran eyaculación femenina en la boca de Mateo sintiendo los deliciosos fluidos de la bonita Clara.

Mateo se sentó en el banco y cargo a Clara deslizando su vagina sobre su miembro, la penetro suavemente hasta que su pene se hundió por completo en su húmeda vagina, Clara lanzó un gemido al mismo tiempo que abrazó fuertemente la espalda del Mateo

Los dos entraron en una sensual y apasionada danza de pasión a la vez que él volvía sus embestidas más rápidas y se hundía más profundo en su vagina, ella por su parte apretaba su espalda y ambos disfrutaban de este gesto, deseaba sentirla y que esa seductora mujer lo sintiera por completo a él. No quería ser solo un momento de pasión, anhelaba ser inolvidable y mediante su penetración lo estaba logrando.

Carla nunca se imaginó en esta situación, no había pensado que en algún momento un extraño pudiera penetrarla y hacerle el amor tan inesperadamente, la adrenalina y fantasia sexual estaban a flor de piel 

Pero cada susurro de placer fue también un adiós, y cuando el clímax de su encuentro fugaz se desvaneció, Mateo y Clara compartieron una mirada de agradecimiento y despedida. Él se perdió en la penumbra del parque, dejando a Clara con el recuerdo de su tacto, el eco de sus susurros, y la lencería de encaje, ahora un tesoro de momentos robados y placeres compartidos.

Aunque sus caminos nunca más se cruzarían, Clara y Mateo siempre llevarían consigo aquel encuentro, una chispa de pasión inolvidable, guardada cuidadosamente en un rincón oculto de sus alma.

fin

1 Comentario

  1. Andrés castro

    Muy buena historia

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